Manual exprés para ser tropa digital
Si usted quiere ser parte de la tropa digital, no necesita estudiar ciencia política ni leer un libro de historia. Ni siquiera hace falta informarse. El único requisito es aprender una palabra mágica: “chayoteros”.
Funciona como comodín. ¿Un medio publica algo que no le gusta? “¡Chayoteros!”. ¿Un periodista hace una pregunta incómoda? “¡Chayoteros!”. ¿Un reportaje revela corrupción? “¡Chayoteros vendidos!”. Y listo, problema resuelto. Debate cancelado.
Es fascinante. Mientras unos se esfuerzan en recopilar datos, contrastar fuentes o investigar durante meses, la tropa digital logra refutar todo con una sola palabra. Es casi poesía minimalista, una oda al pensamiento en automático.
La independencia, ese molesto detalle
Claro, hay un pequeño malentendido: el periodismo independiente no significa vivir del aire. Significa no obedecer consignas políticas, aunque un medio pueda tener convenios publicitarios con gobiernos (como ocurre en todo el mundo).
Pero, para la tropa digital, si hay un contrato de publicidad oficial, automáticamente el medio se vendió. Transparencia, ética editorial o separación entre negocio y redacción… bah, tecnicismos aburridos.
Lo importante es sostener la narrativa: si me criticas, eres chayotero; si me aplaudes, eres héroe. Una lógica simple, práctica y —por supuesto— inmune a la contradicción.
La paradoja del ciudadano crítico
Hay algo todavía más curioso. Muchos de quienes llaman “corruptos” a los gobiernos son los mismos que solicitan —con todo derecho— información pública sobre gastos en publicidad oficial. Y ese mismo “gobierno corrupto” es el que, conforme a la ley, garantiza su derecho humano a recibir esos datos.
La paradoja es deliciosa: usan la información que el Estado está obligado a darles, pero en lugar de aprovecharla para un debate serio, la convierten en munición para repetir la palabra mágica: “chayoteros”. Atacan a la prensa que visibiliza esos datos, sin notar que sin periodismo los archivos dormirían el sueño eterno en una oficina de transparencia.
El insulto como política pública
No se trata de ciudadanos malintencionados; la mayoría sólo repite lo que ve en sus referentes digitales. Es tribalismo en red: repetir la consigna da pertenencia, aunque no dé argumentos. Y al final, ¿para qué debatir con datos si basta con aventar etiquetas como confeti?
La democracia debería ser un intercambio de ideas, pero a veces parece un concurso de quién grita más veces “chayoteros” en menos de diez segundos. Un deporte olímpico de la descalificación.
Conclusión con cariño
A la tropa digital no hay que insultarla; hay que agradecerle. Nos recuerda, con su entusiasmo casi infantil, por qué el periodismo independiente es necesario: porque el poder —y sus seguidores más fieles— siempre preferirán el silencio al cuestionamiento.
Así que, queridos replicantes de la palabra mágica: sigan con sus “chayoteros”. Mientras tanto, nosotros seguiremos con datos, historias y hechos. Al final, cuando se apaguen los gritos, las ideas tendrán la última palabra.

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